domingo, 2 de enero de 2022

ayer, en la sobremesa, mientras buscábamos en google maps una casa con fantasma, mi madre contaba anécdotas de su niñez: esa abuela que, de jovencita, aprovechaba cualquier momento para esconderse en el altillo del granero para leer novelas por entregas; esas mismas novelas que al caer la tarde, cuando ya todas las tareas se habían terminado, leían las chicas en el patio, en voz alta (las chicas siempre, ni rastro de señoros ahí), para que las escucharan las más pequeñas, las que no sabían todavía leer

también, acordándonos de esa tía abuela coja (la polio, seguramente) que llevaba la pierna mala forrada de imanes, porque le aliviaban el dolor (??!!)

larga sobremesa de recuerdos, y una casa que al final aparece, con su puerta verde y las persianas bajadas... todas, menos una (y la idea de que es justo detrás de esa ventana donde el fantasma entretiene los días mirando la calle, el mundo, la vida) 

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