jueves, 15 de marzo de 2018

Los primeros números de la revista Madriz coincidieron con mis meses de servicio militar en Zaragoza, y de sus páginas recuerdo muy bien las que firmaba Rubén Garrido sobre su mili en Madrid (por razones obvias), pero también esas primeras historietas de Federico del Barrio (con Elisa Gálvez a veces, un enigma en aquel entonces) que, todavía hoy, tantos años después, conservan toda su frescura y toda su belleza. Recuerdo el impacto, la sensación de ventanas abiertas de par en par.

Todo esto ocurrió antes de la novela gráfica, y cuando lo del cómic adulto como etiqueta apenas era una excusa para dibujar chavalas con poca (o ninguna) ropa.

Todo esto, hoy, todavía hoy, demuestra que los tebeos pueden ser otra cosa, muchas cosas: que en cuatro páginas cabe el mundo entero. 
















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